Poesías inéditas

La divina sed
Muy pocas personas tienen conocimiento que “La gota de agua” de 1923 no es el primer libro que escribiera José Pedroni, existe uno previo: “La divina sed”. Dedicado a Amadeo F. Quiroga y publicado en febrero de 1920 en tirada mínima, el poeta lo proscribió de su antología por considerarlo y así lo dijo: “el clásico sarampión poético” en clara referencia a la febril y contagiosa enfermedad de la juventud.
Si bien respetamos el deseo de Pedroni respecto a que dicha obra se mantenga inédita, también creemos que la autocrítica del autor no debe vulnerar el derecho de los lectores. Tratando de ser ecuánime con ambas consignas, publicamos a continuación sólo tres poemas de los treinta y seis que contiene el libro y como muestra fiel del estilo poético de José Pedroni aún soltero y en juventud.
El Editor

Galaxtia
Aquella mujer grande, rubia y bella
que me besó una noche y en el sueño
me prometió el azul,
¡yo sé que era una estrella!;
por eso siempre voy en busca de ella
por la Vía Láctea inmensa de mi ensueño.




Propósito

Tiene un color de gloria y una buena
fragancia tímida a jazmín-del-cielo
tu pañuelito mío en cuyo vuelo
está tu nombre favorito: ELENA.


La forma de tu nombre que a una vena
de relieve ducal finge, o al rastro
furtivo de una lágrima que al astro
de tus pupilas inmoló la pena.


Y ahora, escúchame: Si un día fuera
que en desafío por tu miel querida
en el pecho, de muerte, alguien me hiriera,


busca tu pañuelo y en mi herida
aplícalo por venda hasta que muera
para dejarte en él toda mi vida.





Vencimiento

Tu libertad me mata. Yo quisiera
que nadie, pero nadie pueda verte,
y en una torre altísima tenerte
indefinidamente prisionera.


Para serenamente vigilarte
como un pájaro azul hecho de ensueño,
y así, apaciblemente, como dueño,
siempre hacerte cantar y acariciarte.


Allí yo solamente sentiría
tus cándidas palabras y vería
de tu cuerpo el más leve movimiento.


Allí tan solo yo te tocaría
con el aire y la luz. . .; mas, todavía,
quizás me fuera infiel tu pensamiento.





Décima de mi enamoramiento de México (*)

A México llegué ayer
y mejicano soy hoy,
tanto, que ya no me voy,
que ya no puedo volver.
Se lo debo a Pellicer, (**)
tan poeta y tan hermano,
que me dio el sol mejicano,
además de su canción,
y aquí lo tengo: carbón
que me ilumina la mano.

(*) Escrito y leído en una recepción que se me hizo en la ciudad de México, en ocasión de mi viaje. (N del A)
(**) Carlos Pellicer, poeta mejicano de renombre, que me acompañó a visitar las pirámides. (N del A)






Décima a Nicandro Pereyra (*)

Este Nicandro Pereyra,
flauta del cañaveral,
que al río tiró el puñal
para no ser un Moreyra;
también perderá el Pereyra,
cuando venga el viento y barra
lo que es basura de parra:
apellidos, leyes, penas.
Se llamará Juan, apenas
y viajará con guitarra.

(*) Esta décima, dedicado al poeta de Santiago del Estero, no figura en obras ni en papeles que dejara el poeta. Se la conoce gracias a la memoria del historiador tucumano José Ignacio García Hamilton, que la recordara en un encuentro casual con uno de los hijos de Pedroni: José María, quien en averiguaciones posteriores supo que su padre se encontró con Nicandro Pereyra en casa del pintor Juan Carlos Castagnino en Mar del Plata, donde había ido a buscar las ilustraciones de su libro “El nivel y su lágrima”, y allí, en el margen de uno de los bocetos, la compuso. El escritor santafecino Jorge Isaías publicó en el diario “El Litoral” de Santa Fe, una nota sobre este hecho con una fotografía del boceto y este poema.






Palabras a Vázquez periodista (*)

Vázquez: es hora que lo diga;
tú el falso triste,
tú el lobo, tú, la ortiga;
solo tú fuiste.


En tu pizarra: “El Popular”,
hice el primer palote:
un verso malo, pero muy malo,
al mar.
(¿Era al mar, Vázquez, o a Don Quijote?)
Y cuando la gente se quiso burlar,
tú levantaste, pálido, tu palo.


Fumando a pasos largos,
mi padre sufría
por la vergüenza de su hijo,
y los ojos de mi madre, fijos,
eran los grandes y amargos
de María.
Pero tú fuiste a ellos
con tu profecía:
_Honrados serán vuestros cabellos.
Tened fe, tened fe,
que ya en la alegría
o ya en el dolor,
sola, la flor
florecerá en su día.


Y así fue.


(*) Arturo Vázquez Basanta: Nacido en España y radicado en Gálvez (ciudad natal del poeta), fue director del periódico “El Popular” de dicha localidad en los años en que Pedroni  iniciaba su actividad poética, publicándole sus primeros trabajos. (N del E)






Ocaso y Aurora (*)


Al lado de la parva
Milón duerme cansado.
Un vientecillo alado
le desteje la barba
y deja ver el pecho descubierto.
Apenas si respira;
y así, bajo la luna que lo mira,
parece un santo muerto.


. . .Y yo, que estoy despierto,
me alegro con el canto de la rana
– campanita del charco –,
miro el arco
de la luna serrana
que ya se está por ir,
como un loquillo muerdo
una algarroba dulce, y no me acuerdo
que tengo que dormir.


(*) Es probable que esta poesía haya formado parte del original del libro “La gota de agua” publicado por Pedroni en 1923. Milón, pastor y protagonista de la primer estrofa de estos versos, tiene su propio poema con su nombre por título y aparece además citado en “El canto eglógico” y “La primera yugada”; las tres poesías integran el libro citado.
 La encontramos impresa en una tarjeta rubricada con la firma juvenil del poeta y su foto con 20 años de edad. El lector puede apreciarla ingresando al link: FOTOGRAFIAS DE JOSE PEDRONI. (N del E)

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