Libro 6: Nueve Cantos - 1944

INDICE
- Villa María del Río Seco
- Saludo a Gustavo Cochet


 

Villa María del Río Seco



En Villa de María del Río seco.
Al pié del Cerro del Romero Nací.
Y esto es todo cuanto diré de mí.
Porque no soy más que el eco.
Del canto natal que traigo aquí.

Leopoldo Lugones

1

Villa de María del Río Seco, dueña
de todos los poetas, tan sola, tan pequeña:

Con los ojos al cielo ¾cosa de cielo eres¾,
traigo al hogar tu imagen: piedras, flores, mujeres. . .

Paisaje ensimismado, tierra desentendida,
aquí estás en mis ojos para toda la vida.

Aquí, camino árido; aquí, rojiza arena;
aquí, niño desnudo que me llenó de pena.

Aquí, la cruz de palo y el cacto cruciforme;
aquí, el chañar vigía sobre la roca enorme.

Aquí, la cabra griega y el asno bletlemita;
el alabado olivo y la higuera maldita.

Aquí, las pocas casas al pie del pobre cerro.
(Como en los cuadros de antes, el rebaño y el perro).

Aquí, calle sin nombre, la calle de Lugones,
que sube hasta la loma prendida de cardones.

Aquí, la vieja casa donde naciera él,
con su pozo de balde y su algarrobo fiel.

(En el fondo del pozo la alta nube viajera,
y el agua, con su encanto, su suspiro y su espera).

(En el tronco del árbol la flor enamorada:
la suave flor del aire, que es una flor alada).

Aquí el pozo de balde y el algarrobo fiel;
aquí, toda la casa donde naciera él.

Umbrales de madera donde apoyó su cara.
Tierra sobre la cual alguna vez llorara.

Y el horno generoso de corazón profundo,
hecho todo de barro, con redondez de mundo.

Y la pared de adobe más linda que ninguna,
donde él, por vez primera, viera bajar la luna.

Y lo que en la pared pusimos sus hermanos,
en un lugar, sin duda, tocado por sus manos:

Veintiocho azulejos de juntas encontradas,
algunas flores sueltas y dos palmas cruzadas.

Veintiocho azulejos formando una poesía
que contiene tu nombre, ¡oh Villa de María!

Palabras nunca oídas por la poquita gente
que el mejor de nosotros dijo sentidamente.

(Entrechocadas piedras y entrelazadas flores,
loaron al maestro sus palabras mejores).

Grito de la lorada que cuando hablaba él
apareció ofrendando su rama de laurel.

Versos, como avecillas, que un ángel de verdad
quería y no podía poner en libertad.

Lágrima de la nube que la hirió en la mejilla,
echándole a volar la primera avecilla.

Soledad de la cruz en el cerro clavada.
Candidez de los niños que no decían nada.

Anuncio de los pájaros, anuncio de la tierra
que cien filas de antorchas bajaban de la sierra.

Triste presentimiento del corazón cobarde
que nunca llegarían, que llegarían tarde.

Palabras, versos, lágrimas, esperanza fallida,
aquí, en mi corazón, para toda la vida.

2

Oh, Villa de María, tan parecida a aquella
en cuyo cielo, un día, se detuvo la estrella:

Tal cual fuiste querida, tal cual fuiste cantada,
conserva por los siglos tu pequeñez honrada.

Postura de la madre de simple vestidura,
con la mirada baja, tu inmutable postura.

Al pie de la colina ¾loba petrificada¾
eternamente guardes tu posición sagrada.

La cabellera suelta y el ademán caído,
sobre el sediento rastro de un río que se ha ido.

Oh, Villa de María, por el futuro nuestro,
conserva sin tocarla la casa del maestro.

Con un manto inviolable de la espalda a los pies,
junto a sus viejos muros eternamente estés.

Alrededor de ellos, profundo como el mar,
tu surco de silencio difícil de pasar.

Con un manto de piedra de la espalda a los pies,
imagen dolorosa de un río que no es.

Un pájaro en el hombro y una flor en la diestra,
¡oh, Villa de María, ama y tutora nuestra!





Saludo a Gustavo Cochet

¡Salud, Gustavo Cochet!
Salud en Esperanza, que se alegra a tus pies.

Cuarenta años de ausencia no bastan, tú lo ves,
para perder la tierra. Ella es tuya otra vez.

A un lado del camino y a otro lado, la mies.
Como entonces, el árbol; como entonces, la res.

Puertas que te reciben son las de tu niñez.
Ciprés adelantado, es el mismo ciprés.

Paloma de la iglesia siguen sumando diez.
Nombre de las mujeres: o María o Inés.

Este señor flemático es el juez, siempre el juez.
Y esta mujer que avanza, tu amiga: la honradez.

Salud en Esperanza ¾te digo¾. Tuya es;
de tu mujer e hijo, felices todos tres.

Y agrego: Aquí te quedes junto a mi pequeñez.
Tú y yo por estos campos una vez y otra vez.

Por estas calles solas, o en los viejos cafés
donde los malos cuadros brindan su candidez.

Lugares que se han hecho para beber jerez
o recordar amigos, como a don Luis Lauzet.

Salud, salud, Gustavo. Tuya es, tuya es;
toda esta tierra es tuya, porque eres sin doblez.

Y agrego: Aquí te quedas como un buen feligrés,
amigo de esta gente que pintarás después.

Harás cuadros hermosos ¾el del cura, el del juez,
el de la vieja escuela de tu padre francés.

Y el del río Salado, que nuestro río es,
con su rancho, su cina, su canoa y su pez¾.

Harás cuadros hermosos. Yo, viéndolos, tal vez
llegue a hacer un buen libro, un buen libro, tal vez. . .

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